Recados [Libre]

No estaba segura de si me llegaría por completo con aquellas pocas monedas que madre me había dado para comprar todo aquello que figuraba en la corta pero intensa lista de la compra que ahora mismo me encontraba ojeando.
¿Pero qué hacía esta mujer con todas estas cosas? ¿Se las comía? Rodé los ojos. Pero si hacía tres días que yo misma le había llevado botes nuevos con ellas... Suspiré y guardé la nota en el cinto mientras me recolocaba el saco que colgaba de lado desde mi hombro izquierdo chocando incesantemente con mi pierna derecha a cada paso que daba.

El mercado quedaba algo alejado de la granja pero no me importaba, me gustaba andar aunque más me gusta cabalgar.

"No Ixchel, ni se te ocurra", era lo que siempre me decía madre cuando le ponía ojitos para ir montando.
Sonreí de lado y entonces me di cuenta de que a escasos metros ya habría llegado.

Era día de compras, se notaba. Los mercaderes gritaban sus mejores precios e incluso los trueques en voz alta.
Un intenso olor a pescado me llegó de los cuatro primeros puestos a la izquierda y me tocó esquivar a una mujer que se había acercado a mi ofreciendo unas ramitas de romero que, según ella, obraban milagros.
Le dediqué una sonrisa y me negué con un mínimo ademán de mi mano derecha a la vez que meneaba la cabeza.
- Hoy no Mirabela, llevo el dinero justo - le dije a la mujer que amablemente me dejó paso y continuó con su trabajo ante la mirada de los nuevos visitantes.
La miré de reojo antes de girarme y continué mi camino directa al puesto de confianza de siempre, la herboristería que mejores productos servía y, como no, los menos asequibles.

Pasé ante puestos de carne fresca, frutas, objetos de cerámica, telares... tantas cosas que casi me sabía casi de memoria que ya apenas las percibía, hasta que por fin di con mi objetivo.

- Buenos días, Ionut - saludé al hombre cincuentón de barriga prominente que tan bien conocía.
- Buenos días, pequeña. ¿Lo mismo de siempre? - me preguntó con su típico tono de voz afable y burlón mientras terminaba de atender a una anciana que contaba las monedas para pagarle.
Asentí con la cabeza mientras le tendía la lista escrita por mi misma.
- Si, pero con un par de detalles más - le indiqué mientras me percataba de un matrimonio que se acercaba a echar un vistazo a lo que Ionut ofrecía.

¿Por que yo?
Debía de tratarse de algun tipo de venganza de mi padre, o algún intento por su parte de involucrarme en el ambito social que seguramente había expresado sus sospechas sobre mi extraño comportamiento, asi basicamente, me lo había dejado caer mi madre. Ella parecía ser de las pocas personas capaz de hablar de la verdad sin temer sus consecuencias.
Tenía que dar con un tipo para negociar un par de caballos, y al parecer tenía un puesto en el mercado aunque solo una vez al mes.
Esquive resoplando a un par mas de vendedores que casí me metian su mercancia en la cara.
Tras esquivar a una mujer con unas ramitas que no me interesaban, llegue a los puestos del final donde había menos aglomeración de gente. Reconoci al tipo con el que tenía que hablar, esquive la proviniente barriga del mercader con el que compartía el puesto y al verme me reconocio. Se parecía fisicamente al barrigudo, pero estaba menos fondon y era mas bajito.
-¿Y tu padre?-me pregunto con interes.
Me encogi de hombros. El hombre me miro y tras asumir que no recibiria respuesta se metio dentro de un carro a buscar algo. A mis espaldas comence a oir jaleo, y cuando me gire dos hombres comenzarón a encararse, uno de ellos había lanzado contra el suelo una carne de muy mal aspecto y gritaba que había sido estafado con carne podrida, el otro mercader lo encaraba gritando que no era de sus productos.
Ese tipo de discusiones eran bastante comunes en un mercado, pero tan apoteosicas y de tanto revuelo por parte del indignado solo podía significar una cosa...
Busque alrededor del corrillo que se estaba formando gente sospechosa y encontre a un delgaducho crio de unos trece años asomandose a escondidas dentro del puesto.
Ladronzuelo astuto, pero la escena estaba siendo demasiado obvia, y no tardarían en descubrirlo....

- De esto último no tengo más que un tercio de lo pone aquí - me dijo con tono de disculpa el vendedor como recriminándose a sí mismo no haber repuesto en condiciones - lo siento Ixchel, esto solo lo sueles pedir tú y como hace poco que te pasaste por aquí, no imaginé que...
- Tranquilo, ponme lo que puedas y ya está. Ya volveré más adelante a por el resto - le dije con una sonrisa amable. No era algo imprescindible pues mi madre era la típica que aunque tuviese para décadas, siempre quería tener reservas, así que sabía que falta urgente no le hacía.
Noté la presencia de un muchacho que acababa de llegar al puesto, lo miré de reojo pero no me sonaba su cara así que ignoré su presencia como la de tantos otros aunque apartándome un mínimo de ese especio vital que nos separaba, para mi, demasiado pequeño aunque fuese casi de un metro.
Me centré de nuevo en Ionut mientras empaquetaba mi pedido y entonces comencé a escuchar un revuelo a mis espaldas.
Me giré y vi que provenía del puesto que tan mala fama tenía en el pueblo. La gente nunca salía contenta del todo con los productos pero, inexplicablemente, seguían comprando.
Se disputaba algo así como que habían servido carne podrida; típico.
Ionut soltó una medio risotada mientras negaba con la cabeza.
- Nunca aprenderá ese ambulante, nunca - soltó a modo de comentario dirigido a nadie en concreto.
Le tendí las monedas que me pidió y cogí la bolsa, la metí en el saco y me volví para tomar el camino de nuevo a la granja. La disputa me era indiferencia, era demasiado típica y siempre acababan igual así que, como no me concernía, la ignoraría y mañana sería otro día.
Al despedirme de Ionut rodeé el gentío pero entonces salió un crío de unos trece años que reconocía de haber visto un par de veces por aquel lugar, al salir a esa velocidad chocó contra mi aprovechando la distracción para agarrarme el saco e intentar robármelo, lo que él no sabía es que estaba muy bien sujeto... aún así, cosiguió desabrochar el agarre y éste cayó al suelo mientras el crío huía a regañadientes y un par de ambulantes comenzaban a perseguirlo.
Rodé los ojos y me agaché para recojerlo todo.
Miré en la dirección en que todavía seguían corriendo y vi como uno de ellos lo alcanzaba y comenzaba a darle palos.

Aquella escena termino como acaban las malas actuaciones, con una multitud enfurecida que nunca se niega a ceder ante el patetico deseo de castigar con violencia.
Aquel muchacho tendría mucha suerte si sobrevivia a aquello, aunque mayor desprecio merecía quien seguramente era un familiar suyo por dejarlo solo ante el peligro.
Cuando recibí el paquete, casi había olvidado que hacía allí, saque el pequeño saco con monedas y se lo entregue al mercader sin mirarlo.
Tenía mi atención puesta sobre el desgraciado que ahora huía de la escena del crimen con disimulo, observe su dirección y como se agachaba a robar varias piezas de la mercancía de la chica que había sido asaltada por el ladronzuelo.
Esta que se apresuraba para recoger rapidamente el resto no se percato de aquel hurto, y yo, no se por que... decidí extrañamente hacer un acto noble y desinteresado.
Con tres zancadas alcance al ratero y le agarre la muñeca, retorciéndosela por detrás de la espalda.
-Suelta eso-le amenace siseante.
Lo pille desprevenido porque al principio se asusto creyendo que yo era un soldado o algo, pero luego al ver que solo lo acorralaba yo le entro la valentía.
-Suéltame tu o te arrepentirás-tire mas de su brazo, eso lo hizo arrodillarse por el dolor, de pronto estaba siendo observado por una pequeña multitud cercana mas a nuestro espectáculo que al triste desenlace del muchacho.
-Devuélveselo-le amenace de nuevo pero con mas intensidad encarando al ladrón en dirección a la joven.

Mientras recogía estaba más atenta a lo que le estaban haciendo al pequeñajo que a lo que yo iba cogiendo del suelo.
No quería involucrarme pero... era solo un niño y lo estaban matando a palos. Cuando me decidí hacer acto de presencia o vete túa saber qué, apareció el muchacho del que me había alejado disimuladamente en el puesto de antes y lo vi retorciéndole la muñeca a un hombre que llevaba en una de sus manos cosas mías y otras tantas le asomaban de un bolsillo raído.
Abrí los ojos de par en par todavía agachada y, mirando desde mi posición al muchacho, ni le dediqué una sonrisa ni nada, me lancé a por el ladrón y le arrebaté mis cosas no sin antes propinarle un buen rodillazo en el estómago que lo hizo caer de espaldas.
- Y la próxima te arranco las manos - le amenacé con rabia sabiendo que un corrillo nos miraba con expectación, pero me daba igual, los que me conocían sabien el asco y repugnancia que yo tenía hacia los hombres en general y de edad media en particular.
Me erguí de nuevo y miré al muchacho. Hice un leve asentimiento de cabeza que bien podría intenrpretarse como un agradecimiento y me coloqué de nuevo el saco, me giré y al ver que el crío ya no estaba donde hacía segundos, comencé a andar esquivando al gentío y rumbo a casa.

Alce una ceja divertido por la valiente acción de la joven y no me molesto aquel seco agradecimiento. Sin mas, yo también comencé a andar por mi camino mirando hacía atrás para observar como el ladrón huía ante la expectación de unos pocos y como la multitud del crió habían cesado en su castigo. Por lo menos no eran unos salvajes y habían tenido la dignidad de dejarlo con vida.
Algo me decía que no era la primera paliza que aquel chico debía de haber recibido.

Sali del grueso del mercado y descubri que la chica a la que inusualmente había ayudado y yo seguiamos caminos paralelos. La observe momentáneamente de reojo y sin mas proseguí , hasta que ya en una zona boscosa de la aldea nos cruzamos con un peculiar incordio.
El ladrón al que yo había ridiculizado en publico y ella había golpeado, pero esta vez en su mirada había una ira peligrosa dibujada y en su mano una afilada daga.
Permanecí estatico sin saber que haría aquel irracional que no parecía haber aprendido la lección. Mire a la chica, ¿Sería ella su primer objetivo? Le pillaba mas cerca.
Entrecerre los ojos y cavile opciones.

- Vaya, vaya, vaya, a quien tenemos por aquí - escuché una voz raída proveniente de unos troncos cercanos a tan solo unos ocho o diez metros frente a mi - la que se hizo la heroína y creería que saldría impune, ¿eh? - y de uno de ellos salió la silueta de un hombre algo mínimamente encorvado que vestía unos ropajes marrones y un tanto sucios. Lo reconocí al instante; era el hombre al que había golpeado en el mercado cuando descubrí mediante el muchacho del puesto que me estaba robando.
Me quedé quieta en el punto donde me había pillado y en ese momento eché de menos el arco.
Hice un repaso mental de lo que llevaba encima que pudiese servirme como defensa: nada. Solo mi cuerpo y los algo limitados aprendizajes de técnicas de defensa.
Alcé un poco la cabeza mostrando todo lo contrario a lo que sentía y decidí valerme de la repugnancia que me provocaba como hombre que era para defenderme.
- Lárgate por donde has venido, aquí no se te ha perdido nada - pero sabía que provocarlo no haría más que alterarlo más.
El hombre esbozó una carcajada y negó con la cabeza mientras se disponía a avanzar lentamente hacia mi, daga en mano.
Mis ojos fueron directos al arma pero en seguida volví a clavarlos en los suyos. No tenía que mostrar debilidad, no tenía que mostrarla... pero el miedo comenzaba a hacerse cargo de cada uno de mis músculos y fibras.
- Te equivocas, muchachita. Pienso cobrarme a mi manera la humillación que me has hecho pasar en el mercado - explicó amenazante.
Di un paso hacia atrás y contesté intentando librarme de aquello.
- ¿Ah, si? Pues en ese caso antes tendrás que pillar al que te colocó en aquella posición, ¿no crees? A mi déjame en paz - le dije con todo el desprecio del mundo en las últimas palabras mientras echaba a andar hacia mi derecha, pero en seguida me cortó el camino cortando a su vez, la distancia entre nosotros y levantando algo más su arma.
- Dame ese saco antes de que saque a pasear a mi dama - exigió haciendo clara referencia a la daga.
Lo miré haciendo acoplo de mi odio y alcé una ceja.
- O sino, ¿qué? - pregunté sin más.
Y en un abrir y cerrar de ojos, el hombre me cogió con una fuerza que nunca habría imaginado en aquel cuerpo castigado y me inmobilizó poniéndome de espaldas a él y con la daga a escasos centímetros de mi pescuezo, obligándome a levantar la cabeza para no rozarla.
- O sino... - comenzó sibilante - hoy me cobraré dos tesoros.

Apenas había podido avanzar unos pasos sin llamar la atención, pero me tuve que detener cuando ella acabo con la daga en el cuello y percibi una mirada de advertencia en los ojos de aquel lunatico.
No era muy listo, pero se había servido de una buena ventaja.
Intente pensar la situación con frialdad pero no estaba muy seguro de que aquel hombre fuese muy estable y la boca le perdía a ella.
Ni siquiera le di importancía al hecho de que ella me hubiese servido como oferta a saciar la sed de venganza.
Aprete los puños ante mi mala posicion en todo aquello y me acorde del paquete, era algo pesado... ¿Las Herraduras especiales que necesitabamos?
Una mas que posible opción se me paso por la mente, pero como la llevaba a cabo sin exponer demasiado a ella...
Me encogi de hombros, mejor no pensar en que podía salir mal.
-¡EH!-lo llame adoptando una postura tranquila- ¿Vas a detener asi también a los soldados?-pregunte con una sonrisa burlona y levantando la cabeza como si estuviese viendo venir a alguién por detras suya.
Al hombre le cambio la cara de golpe y se giro por instinto a ver quien venía, era el momento, le lance el paquete con la esperanza de dejarlo incosciente.
Aunque la escena no salio como la había imaginado.
El tipo tras mirar atras volvio a mirar adelante y el paquete la impacto en la cara, mas exactamente en la nariz, comenzo a brotarle sangre en abundancia y el dolor fue lo unico positivo, se llevo las manos por inercia a la cara.
Pero reacciono antes de que yo pudiese echarme sobre el e intento apuñalar a la chica.
Me lance cuerpo a cuerpo y acabamos los tres por el suelo, tire de la camisa del tipo para arrastrarlo en dirección contraria a ella y darle margen para escapar.
Quise pegarle un puñetazo en la cara cuando se tumbo boca arriba para girar hacía mi, pero me debio ver las intenciones y se defendio utilizando su arma.
Un intenso dolor me subio desde el codo hasta el hombro.
Había buscado apuñalarme pero solo me hirio con un corte profundo de mucha longuitud.

Mi primer pensamiento: a mi me seguían. Segundo pensamiento: céntrate, que te están intentando apuñalar...
Yo también caí en la trampa del muchacho creyçendome que los militares vendrían y entonces el pánico ya danzó a sus anchas en mi.
¿Y si alguno me reconocía? ¿Y si me llebavan acusada de traición? No, no podía permitirlo.
Cuando el muchacho del puesto se lanzó contra el ladrón y la farsa de los militares fue destapada, aproveché para zafarme del agarre del hombre mayor y, cuando logré ponerme en pie, miré durante unos segundos la escena y eché a correr para largarme rápidamente de allí pero entonces... entonces el chico que ahora estaba en el suelo por haberme intentado ayudar, había sido herido y la inestabilidad mental evidente del hombre era su mejor arma.
Me paré en medio de la carrera y miré al suelo durante una centésima de segundo antes de volverme y decirme ami misma en voz alta: Estas loca
Me solté el saco y lo dejé donde primero cayó, volviendo rápidamente hacia donde estaban los dos tendidos en el suelo y ahora el ladrón sonreía saboreando la casi segura victoria, blandiendo como si de una espada se tratase, la daga y a punto de asestarle la puñalada definitiva.
Parecía haberse olvidado de mi ya que me daba la espalda, posición perfecta para mi e imperfecta para él.
- Que poca cabeza - dije sin saber si me habría oído mientras le cogía el brazo que mantenía algo en alto con la daga y se lo retorcía con sumo gusto.

Me apreté con una mano el corte del otro brazo, la sangre me caía en finos pero constantes hilos de sangre.
Dolía, mas bien escocia, de rodillas en el suelo el tipo había aprovechado para abalanzarse sobre mi, pero la chica lo distrajo.
Deje de apretarme el brazo para tener por lo menos una mano con la que poder defenderme, la prioridad era quitarle el arma y con la ayuda de ella fue fácil.
El arma cayo al suelo y yo la recogí.
El hombre se sacudió violentamente de nosotros y comenzó a recular, nos miro lleno de odio por salir por segunda vez vencido y tras maldecirnos salio corriendo para perderse entre los árboles…
Me guarde la daga en el cinturón, solo por si acaso aquel tipo osaba asaltarnos por tercera vez y me lleve con un claro gesto de dolor de nuevo la mano a la zona sangrante.
Torcí la boca cuando me apreté con fuerza para evitar seguir sangrando de manera abundante y mire a la chica unos instantes antes de echar a andar en dirección hacía mi casa.

Alcé una ceja al ver l areacción del muchacho. ¿No iba a mnolestarse en medio sociabilizar o hacer preguntas del estilo: "estais bien"? Parecía que no... mejor, muchñisimo mejor. Aquello había salido cien mil veces mejor de lo que nunca hubiese imaginado.
Lo miré un par de segundos mientras retomaba su camino y me giré para hacer lo mismo.
Ya no había ni rastro del ladrón y mis cosas seguían donde las había dejado. Me agaché para recogerlas y, tras comprobar que estaban todas y cada una dentro del saco, tomé rumbo a casa sin volver la vista atrás.