De compras [Shanet]

Las palabras del rey en la plaza me habían puesto con el filo de un cuchillo al cuello. Nadie sabía mi objetivo, nadie sabía mi opinión sobre mi querido tío y el patán de mi primo, y así debía seguir. Era peligroso revelar mis intenciones, y más estando tan cerca de su majestad. Sabía que el afecto familiar no sería nada si me declaraban culpable de traición. Acabaría ahorcada, en la hoguera, o sin cabeza. Lo mismo daba.
Así que para animarme y calmarme me llevé a un par de criadas al mercado. Comprarme alguna baratija o alguna bonita tela me sentaría bien. Me encantaban las joyas y estrenar modas en la corte.
Sir Jorah se encargaba de mi seguridad, como siempre hacía cada vez que salía. Fuera del castillo nunca me dejaba sola. Era un caballero de la corte al servicio del rey, que desde mi llegada a Tulcea había puesto al mío propio, para protegerme.
-Alto- les ordené deteniéndome en un puesto de joyas de oro con piedras preciosas que relucían con el sol.
Cogí un ostentoso collar con esmeraldas y se lo mostré a sir Jorah.
- ¿Qué os parece?- le pregunté, poniéndomelo por encima.
-Digno de vos, mi señora- respondió inclinando ligeramente la cabeza.
-Oh, vamos, no me déis la razón como a los locos- me quejé.
¿Era mucho pedir alguien sincero?

Mi madre me había echado de la herreria y me había mandado al mercado a ver que clase de armas, yelmos y demás se estaban vendiendo, y el pequeño mercado de Olt no le valia para informarse, así que había pasado un viaje a Tulcea, de nuevo, fui hasta allí acompañada de mi hermano mayor Razvnar, el cual no tardó ni cinco minutos en escaquearse e ir por su lado. no me gustaba pasear por Tulcea, mucho caballero y mucha guardia, después de la "maravillosa" nueva ley aquello me gustaba menos.
Entré en el mercado y di un par de vueltas, obviamente nadie cuchicheaba sobre lo ocurrido y presentí que en breve me aburriría de mirar escudos, aun así lo hice anotando mentalmente la sposibles novedades que le interesarian a mi extraña madre, la herrera...ni una cosa que ella no supiese hacer ya. Suspiré exasperada cuando el ruido de una armdura me alertó, me giré, en el puesto de enfrente había una noble con un guardia, escuche aquella "conversación" si es que se le podía llamar así, "Será bravucona" pensé alzando una ceja.

Me encogí de hombros y dejé la pieza. No. No me estaba relajando. Resultaba exasperante no poder salir sin una escolta. Una a veces necesitaba su intimidad. Pero apreciaba a sir Jorah, así que tampoco iba a quejarme. No demasiado. Era de los pocos caballeros de mi confianza, y ya me había soportado bastantes jugadas cuando era más joven. Miré a mis criadas.
-Encontrad alguna tela nueva- les dije-. Algo en rojo o azul.
-Sí, señora- respondieron casi al unísono haciendo una reverencia.
Di un par de pasos lentos, acariciando los collares y pulseras expuestos delante de mí, ojeándolos.
- ¿Qué opináis del nuevo decreto real?- le pregunté a sir Jorah sin alzar la vista, ni la voz.
-No es seguro hablar aquí. Cualquier palabra podría malinterpretarse, y hay demasiados oídos, lady Viorka- contestó él, como esperaba, tan prudente como siempre, inclinándose ligeramente para hablarme casi al oído.
-Si susurráis también podrían sospechar los guardias... Pero la Mano no está aquí ahora- alcé la cabeza mientras cogía una pulsera de oro con filigranas de plata y se la mostré al caballero.
El Ejecutor. La mano que ejecutaba las sentencias de mi querido tío. Cómo detestaba a ese hombre.

La altura de mi ceja fue descendiendo cuando seguí escuchando "Sin querer" claro. Me volví hacia el puesto que había estado mirando y comencé a deslizarme, disimuladamente en la dirección en la que aquella noble se movía, fingiendo que miraba cosas aquí y allí con cierto interés, sin embargo mis oidos estaban puestos en sus palabras.
No estaba segura si estaban hablando mal de aquella nueva ley o de si simplemente me lo había parecido a mi, ¿problemas en el paraíso?...sin duda aquella chica estaba loca, en el mercado podría escucharla cualquiera, por ejemplo yo misma, aunque por mi, mejor, me alegré de su descuido y me atreví a acercarme algo más, simulando que seguía mirando claro, le pregunte sobre el precio de un abalorio a un mercader, simplemente por no parecer que estaba haciendo algo raro. Deseé que siguiera con aquella conversación ignorando las presencias ajenas.

-Pero hay... demasiados pares de oídos- en su voz pude adivinar cierto tono nervioso.
Suspiré y rodé los ojos. Pero tenía razón. No podía irme de la lengua, aunque claro, era mi palabra contra la de cualquier campesino. A veces era una suerte estar en mi posición, aunque tuviera que ir siempre con mil pares de ojos para no dar un tropezón y que eso me supusiera la horca.
Decidí deshacer mis pasos para encaminarme hacian donde se habían ido mis criadas, hacia los puestos de ropa y telas. Pero prácticamen me di de morros contra una mujer que caminaba en sentido opuesto. Le eché un ojo e incliné la cabeza a duras penas, mirándola a los ojos. No parecía pobre, ni campesina, y yo era toda una dama. Debía ser burguesa. Entonces se me ocurrió que podía haber estado escuchando. "Maldición".
-Disculpe... Su cara me es familiar- mentí- ¿Nos conocemos?

Me topé casi de narices con ella mientras intentaba seguir escuchando, pero mi mala suerte había decidido que aquella noble se ahorrase el descuido.
-Creo que no tengo el placer, mi señora -contesté cortesmente haciendo una leve reverencia con la cabeza -Mi nombre es Shanet Bodgan, hija de Simu Bodgan de Olt.
Terminé aquella educada y correcta presentación como era debido y levanté la mirada para observar a la mujer que tenía delante, una noble si, no la reconocí aunque por su ostentación no parecía una más. Me intrigó entonces aun más el hecho de haber escuchado lo que había escuchado, pronunciado por ella con cierto desdén y tal vez mal interpretado por mi.
Esperé que su silencio no se debiese a que me había acercado demasiado, quizás se hubiese dado cuenta de mi intención. De momento solo podía limitarme a corresponderla con cortesía y educación hasta que se cansase de hablar con una plebeya.

Sonreí al caer en la cuenta de quién era. No nos habíamos visto nunca, y lo cierto era que no tenía los rasgos de su padre, pero era un hueco por el que escapar.
-Pues será que me recordáis a vuestro padre- dije sonriendo.
Sentía los ojos de sir Jorah clavados en la nuca, pero no me importaba. Para una vez que entablaba conversación con alguien ajeno a la corte... Aunque fuera besuguera. Y a demás, no se me quitaba de la cabeza la idea de que pudiera estar escuchándonos, a drede o no. No había dicho nada fuera del otro mundo, pero más valía prevenir.
-Yo soy Viorka Shumia, hija de Benshem Shumia- me presenté.
Omití el detalle "sobrina del rey", por si acaso. Tampoco era algo de lo que estar muy orgullosa, estaba más vigilada y más a merced de un verdugo que un campesino.
- ¿Os importaría acompañarme?- le pregunté- No es que un caballero entienda de cosas de mujeres- le di una palmadita a sir Jorah en plan "ea ea"-. Será agradable tener la compañía de otra mujer para variar.
La cogí del brazo y la hice echar a andar. Sabía que sir Jorah nos seguiría, a una distancia prudencial.

-Claro...-Conseguí medio articular, aunque para cuando lo hice ya me estaba arrastrando a acompañarla sin más...nobles...seguramente estaba acostumbrada a hacer sin preguntar, y yo solo quería volver a casa y gritarle a mi madre por la prepotencia que seguramente tendría que aguantar. Hice un repaso mental para comporbar si "Shumia" me sonaba de algo, lo cierto era que no, solía ir a Tulcea justo lo necesario, así que ignoraba a que escalón de la nobleza perteneceria.
-¿Y qué trae a alguien como usted al mercado en un día de tanto agolpamiento? No me malinterprete, pero por costumbre la nobleza suele enviar a sus criados para ahorrase transitar con el resto de la multitud -descuidé el tono de mi voz y no sabía si había sonado todo lo correcto que debiera para no meterme en problemas, sobre todo por su guardia, pero estaba muy quemada por la ley y por el comportamiento militar -Disculpe, pura intriga y curiosidad, no suele verse en Olt, así que queda fuera de mi costumbre -agregué y empecé a pensar que hablaba yo sola, como normalmente, así que mejor abstenerse de seguir comentario y asentir sin más a los absurdos comentarios que seguramente tendría que soportar.

La escuché parlotear mientra caminábamos, mirando al frente.
-Me gusta saber lo que compro-respondí, haciendo caso omiso de su tono de voz inicial- ¿Vivís en Olt con vuestro padre o estás casada?- pregunté con cierta curiosidad.
Nos hice parar en una tienda de telas de las más caras y refinadas de Tulcea. Eran importaciones de seda de China y bordado italiano. Me acerqué a ella para mostrarle una tela verde de una suavidad antinatural con ornamentos de hilo de oro.
- ¿Qué te parece esta?- y aproveché el momento para acercarme más a su oreja- Sé que nos habéis oído antes- dije en un tono más serio, y más bajo, pero a pesar de ello sonriendo. Había que guardar las apariencias- Y estoy más que segura que a vos tampoco os agrada la nueva ley real- Me aseguré de que nadie nos oyera, salvo Jorah- Haremos algo. Yo no le diré nada a los míos si vos no le decís nada a los vuestros, y ambas conservaremos la cabeza.
Me eché hacia atrás y sonreí de nuevo.
-Tenéis razón. No quedará bien con mis ojos...- y dejé el pedazo de tela.

Suspiré interiormente cuando empezó a mirar telas ¿por qué a mi? Estaba tan inmersa en su superficialidad que no me esperé para nada lo que me dijo a continuación, ya imaginaba que alguien como ella no se pondría a hablar conmigo simplemente porque si.
Negué con la cabeza un segundo algo consternada pero finalmente me guardé el impulso de comenzar a excusarme y mentir ya que se apartó enseguida y siguió hablando.
-Es cierto mi señora, será mejor que no os vean con eso puesto, ni yo misma tendria el atrevimiento de ponermelo- comenté entre lineas retando a su inteligencia, sonreí de lado, dando a entender que mantendria la boca cerrada de cualquiera de las formas, no era ningun secreto de todas formas que para todos los que no tuviesen nada que ver con la nobleza aquello era más una persecución que una ley y nadie estaba de acuerdo, constaba de mantener las apariencias. Pero aquel comentario y su osadia de decirlo no hicieron más que aumentar mi interés, ignoraba cuales eran sus motivos para estar en contra, ¿Era posible? ¿Una persona con cabeza dentro de la nobleza? desheche momentaneamente la idea...Sin embargo ella había afirmado su inconformidad con la ley y yo no había abierto la boca, ni lo haría, no quería servir un festín de carne burguesa a esas horas.
Pude percatarme de la mirada disconforme de su guardia que nos observaba de cerca.

Mis labios volvieron a curvarse con su respuesta, e incliné fugazmente la cabeza en señal de aprobación.
-Espero volver a veros, Shanet Bodgan- dije, llevándome una mano al pecho y haciendo una casi imperceptible reverencia-. Ha sido un placer.
Volví a acercarme a ella.
-Y tened cuidado cuando queráis meter las narices en una conversación ajena- ladeé la cabeza en un gesto casi infantil-. La próxima vez podría no ser yo, y sería una pena ver vuestros hermosos ojos a dos metros de vuestro cuerpo.
Miré a Jorah, me giré y me dirí hacia la salida, seguida del caballero, que le echó un útlimo vistazo a la chica antes de salir conmigo. Quizá la había asustando con aquel comentario, o quizá era valiente y estúpida como para ignorar mis palabras. No había sido una amenaza, sino una advertencia. Había nobles mucho más crueles que yo.
-Lady Viorka...- comnezó sir Jorah en tono de reproche cuando pasábamos ente los tenderetes en busca de mis criadas.
Alcé una mano para que se callara.
-Hablaremos después- murmuré sin inmutarme demasiado.

Me quedé observando su marcha tras dedicarle una última y leve reverencia con un movimiento de cabeza, después alcé una ceja mientras se iba, como buena noble que era no podía ser amable y simpática, tenía que dejar caer lo de los ojos...me dio un escalofrio al visualizarlo gráficamente, que imagen tan horrible, por suerte yo sabía mantener la boca cerrada, al contrario que ella...si tenía una posición alta y cercana al rey...decididamente no me gustaria estar en su lugar. Me encogí de hombros y di media vuelta, caminé silbando esperando ver pronto a Razvnar para poder marcharme de allí, mientras imaginaba y visualizaba absurdas fantasias sobre alguien de la corte osando ponerse en contra de Lucian.