Un nuevo horizonte (Ixchel)

Estaba anocheciendo en el cuarto día de mi camino desde mi antigua aldea hasta el que sería mi nuevo "hogar" o lo que fuera a ser, a mi hogar no podría volver nunca. Pronto debería encontrar un lugar dónde dormir y algo de comer, algo con lo que ganarme la vida en general además de obtener algo de información.

Me arrebujé algo más en la capa y me puse la capucha para esquivar el frío nocturno, ahora empezaba la parte difícil de mi viaje, debía encontrar una cabaña abandonada o algo por estilo, deshabitado en cualquier caso, ahora era alguien peligroso, no quería provocar a gente inocente lo que habían provocado los primeros rebeldes a mi gente. Un escalofrío me recorrió la espalda al recordar todo aquel horror, los llantos, la sangre... Un fuerte relincho me arrancó violentamente de mis pensamientos, miré a mi alrededor buscando la fuente del sonido, unos metros a mi derecha vi a un caballo con una pata enredada en unas zarzas, me acerqué enseguida, recordaba cada día lo que mi madre me decía una y otra vez: Presta tu ayuda a cualquier ser vivo que lo necesite y algún día recibirás tu recompensa. Ahora dudaba que fuera a haber alguna recompensa para mí pero no me importaba la parte de ayudar a cualquier ser vivo.

En cuanto me acerqué se puso más nervioso y me acerqué más lentamente, con las manos delante de mí en una postura de humildad que el caballo no iba a entender en realidad - Sshhh... Tranquilo bonito... - terminé de acercarme y vi que era una yegua en realidad - Vale... bonita... - le acaricié el cuello para que se calmara y me agaché aún acariciándola para desenredarle la pata, iba a estar cogeando durante un tiempo... pobrecilla - Ya está... - era una yegua preciosa, blanca como la luz de la luna y esbelta - ¿Te has perdido? - sin duda alguien debía estar buscándola, aunque dudaba que la yegua me dijera quién la había perdido.

- ¡Bast! ¡Bast! - ojalá no le haya ocurrido nada, por favor, por favor.
- ¡Bast! ¡Bast! - ¿por qué le había dado ese arranque de nervios y había huído? no lo entendía, nunca le había ocurrido nada parecido.
- Tranquila, mi cielo, la encontraremos - me dijo madre que se había enfundado la capa y se había empeñado en acompañarme, acto que agradecí profundamente mientras la dejaba colocarme de aquellas maneras mi capa.
- No entiendo nada, madre, no entiendo como ha podido... un momento - le puse una mano en el pecho a madre para hacerla frenar tal y como yo había hecho.
Entre los árboles y la maleza ahora oscura y casi siniestra me había parecido divisarla. Si, era ella, no había duda.
Miré a madre y ésta asintió sonriéndome. Comencé a andar lentamente hacia mi yegua y, al salir un par de árboles alejada de ella, me di cuenta de un imprevisto. Un muy mal imprevisto, por cierto.
- Quita tus sucias manos de mi yegua - le dije al muchacho que osaba acariciar a Balt.
Noté una mano sobre mi hombro; era mi madre y ya podía imaginar lo que venía a continuación.
- Ixchel, por favor. Compórtate - miró al muchacho mientras yo me mantenía inexpresiva y dió un paso adelante - Buenas noches, joven, le agradezco que haya logrado tranquilizar a nuestro animal - le dijo con una educación que ningún hombre se merecía.
Quería llegar hasta Balt, quería tenerla a mi lado pero sabía que si daba un solo paso, mi energía molestaría a mi yegua y a mi madre así que me limité a quedarme donde estaba fulminando con la mirada al muchacho que continuaba tocando a Balt.

Levanté la cabeza en el mismo instante en el que aquella voz me recibió de aquella manera, era de esperar, aunque normalmente la gente me trataba mal cuando se daba cuenta de cuál era mi bando no cuando ayudaba a su yegua, pero no era quien para juzgar a nadie, no quise inportunar más a la muchacha de modo que me dirigí a la mujer que la acompañaba - No ha sido nada... Es un animal envidiable - cogí las riendas de la yegua y se las tendí a la señora - Tenía una pata enredada en las zarzas y está magullada, deberían echarle un vistazo antes de que vaya a peor - le dije señalando las zarzas de donde había soltado al animal y me coloqué la capa otra vez para poder seguir mi camino sin que la mirada penetrante de la muchacha acabara matándome. ¿Qué le habría hecho yo para que me odiara así sin haber cruzado palabra más que con su yegua?

Madre recogió las riendas de Balt que en seguida me entregó y se volvió hacia el muchacho mientras yo me acercaba a la cabeza de mi yegua y la acariciaba juntando mi frente junto a la suya.
- No vuelvas a darme estos sustos, pequeñaja - le dije en un susurro mientras cerraba los ojos y me centraba en ella pero sin poder evitar oir la conversación que mi madre se empeñaba en mantener. Una conversación innecesaria para mi gusto.
estaba tentada de irme pero no podía dejarla sola, no podía, ni quería.
- Vaya, gracias. No todos los días se cruza una con un joven agradecido y educado como vos - dijo mi madre sonriente haciendo un leve movimiento con la cabeza.
Rodé los ojos mentalmente y, sin apartarme de la cabeza de Balt, giré un poco el rostro para poder visualizar al muchacho. Era joven, quizás de mi misma edad.
- Y dime, ¿qué hace un muchacho como tú a estas horas vagando por los bosques? No es el momento más oportuno y tranquilo que digamos... además, hace algo de frío - ya estábamos.. mi madre y sus preocupaciones.
Bufé y Balt me imitó. Le dediqué una sonrisa y me puse al lado de mi madre, observando al muchacho y con Balt a mi lado.

Me detuve cuando la mujer empezó a preguntarme, y aunque me incomodara un poco aquella desconfianza inexplicable de la joven, mi educación no me dejaba rehuir la conversación que la mujer mantenía conmigo aunque no hice ningún comentario a las alabanzas que me brindaba, yo sólo hacía lo que mi madre me había enseñado - Acabo de llegar de Brasov, yo... - bajé la cabeza pensando en la mejor forma de explicarlo - necesito cambiar de aires - y en realidad era cierto, no era sólo las ansias de liberar a Dacia de ese rey loco que nos gobernaba, por un instante estando en Brasov me había planteado dejar mi empresa y quedarme allí, en mi casa, pero sin mi gente aquello ya no era mi hogar - No tenía pensado llegar tan tarde de todas formas - mentí ahogando una risilla que le quitara importancia, en realidad había tenido toda la intención de llegar al amparo de la noche, mi única protectora, para poder colarme en alguna cabaña abandonada a las afueras sin que los habitantes me vieran. Entonces recordé algo, ni si quiera me había presentado - Pese a lo que diga sobre mi educación me temo que no está en lo cierto, me olvidé de presentarme. Me llamo Ioan... Ioan Brasov - les dije a ambas con una ligera reverencia, sabía que el hecho de que mi apellido y el lugar de dónde venía fuera el mismo desembocaría en más preguntas pero no me importaba, sólo esperaba no meterme en problemas ni llamar demasiado la atención para no causar daños irreparables.

Demonios... aquel muchacho era de los que le gustaba a mi madre. Presentaciones no, presentaciones no... , pensé mientras mi madre me llevaba la contraria.
- Un placer, Ioan. Yo soy Annek, curandera del lugar y ésta es mi hija Ixchel - mi madre me dedicó una sonrisa que quería decir "haz una reverencia a modo de presentación". Rodé los ojos y la hice a desgana.
Mi madre me imitó en cuanto a lo de los ojos.
- Disculpa a mi hija, a veces... - me miró recriminándome - pasa por alto los modales básicos - concluyó con un rintintín especial de madre en la palabara "básicos".
Le puse mala cara y miré hacia otro lado. Mi madre se giró de nuevo hacia Ioan y continuó hablando.
- Es tarde, muchacho. ¿Tienes lugar a dónde ir? Porque de lo contrario... - miré a mi madre con los ojos como platos. No se atrevería a... - podrías hospedarte en nuestra granja - ¡no!, lo había hecho, ¡lo había hecho! ¡el colmo! ¡el colmo! y se me notó la sorpresa tan sumamente desagradable que había sido eso para mi.
- Oh, madre, por favor - dije a modo de queja, lo que me hizo ganarme una buena mirada de reprimenda.
- Ixchel, este joven ha ayudado a tu yegua. Pienso que se merece un mínimo de respeto y educación por tu parte, ¿no crees? - notaba la mirada de mi madre sobre mi nuca y apreté los labios.
- Como veas... - fue lo más sútil que pude decirle mientras me disponía a andar hacia la granja.

Observé atentamente la reacción de Ixchel, aquello no le había gustado nada - No tengo dónde ir pero no me gustaría importunar a su hija - ni meterlas en problemas innecesarios - agregué para mí mismo - No me importa dormir a la intemperie, la noche nunca me ha traicionado - agregué sonriendo a Annek mientras veía como Ixchel se daba la vuelta y comenzaba a caminar. Me quedé mirándola, quizás más tiempo del que me quedaba mirando a otras personas, con cara de confusión por su hostilidad hacia mí. Hice otra reverencia a Annek y me coloqué la capa de nuevo para echar a andar hacia el bosque, pero el fuerte aullido de un lobo me hizo detenerme de golpe.

Aquel aullido nos paralizó a todos. Balt se incomodó y alteró un poco pero conseguí relajarla acariciándole y chistándole con dulzura como una madre calmaría a su recién nacido.
Mi madre habló mientras yo miraba a nuestro alrededor.
- ¿Necesitamos más claves para entender que debes quedarte con nosotras esta noche? - preguntó con su tono enigmático profesional.
La miré, esta vez sin rencor, y me aventuré a apresurarla... aunque, muy a mi pesar, tuviesemos que cargar con el muchacho.
- Decidid rápido, Balt se está alterando cada vez más y eso solo puede significar una cosa - que el lobo se acercaba.
Mi madre me miró con algo de preocupación en el rostro y fue entonces cuando, por primera vez, por mi madre y por su seguridad, me dirigí de tú a tú a Ioan - o te vienes, o te quedas, pero decidelo ya - le apremié con dureza mientras le tendía la mano a mi madre.

Asentí con la cabeza hacia ambos comentarios y me giré hacia las mujeres que se dirgían a la casa que se alzaba unos metros fuera de la linde del bosque. Caminamos con paso decidido, Ixchel se desvió entrando en lo que parecían los establos y yo seguí a Annek dentro de la casa - No quiero molestarlas... y parece que a su hija le incomoda que esté a su alrededor - le dije ahora que Ixchel no estaba a la vista y no me llevaría otra mirada de reproche por su parte.

Dejé la capa y la bolsa dónde Annek me indicó y me enseñó el lugar dónde dormiría esa noche, se lo agradecí sonriéndole y con una reverencia - Muchas gracias por recogerme esta noche, raras veces me encuentro con gente tan amable conmigo... los huérfanos no estamos muy bien vistos - me quité la "coraza" que llevaba por encima de la túnica y la dejé junto a la capa y la bolsa.

Nada más llegar al hogar, fui directa al pequeño establo improvisado dentro de la granja para Balt y me aseguré de cerrarlo todo en condiciones tras desearle las buenas noches.
Cuando comprobé por cuarta vez que la seguridad para mis animales estaba en condiciones, miré a mis espaldas, hacia el oscuro bosque... ni rastro del lobo. Suspiré profundamente. A mi me esperaba mi lobo feroz particular dentro de casa. Me mordí ligeramente el labio inferior y decidí encajar mi mayor miedo de la mejor manera posible.
La puerta de la entrada estaba semiabierta, seguramente madre la habría dejado así para mi, y la cerré a mi paso.
Allí estaban los dos. Miré al muchacho de refilón e intenté pasar desapercibida por su lado, lo más lejos posible, para llegar hasta la hoguera y calentarme un poco las manos.
- ... vaya, lo siento tanto... - escuché decir a mi madre. No sabía de que hablaban pero la verdad es que tampoco me interesaba.
- ¿Dónde va a dormir el fo... - ¡shh!, eso me indicó la mirada de mi madre. Medí las palabras - ... Ioan - corregí.
Mi madre señaló el cuarto que normalmente usábamos para los trastos viejos que, hace años, había sido mi habitación, y puse mala cara pero ésta me ignoró y continuó hablando con el joven.
- ¿Estas hambriento? - pero no le dejó opción a responder - Ixchel, mi cielo, prepárale algo a nuestro invitado... como agradecimiento ya que tus palabras no son capaces de hacerlo - la miré levantando una ceja, ¿se pensaba en serio que yo iba a servirle?
- Madre, yo...
- Ixchel, basta ya. Por favor, basta ya.
La miré algo desconcertada. Ella sabía mi miedo infundado y aún así...
Bajé la mirada y me dirigí hacia lo que hacía la función de cocina. Cogí un par de huevos y encendí el fuego.

No dije nada ante la conversación de Ixchel y su madre, tenía que haber algo en la joven que provocara esa hostilidad hacia mí y aunque una pequeña parte de mí quería saber qué era, el resto de mi ser me decía que no preguntara nada o acabaría en la hoguera dónde se había calentado las manos.

Miré a Annek y me encogí de hombros ante su pésame - No se preocupe... al cabo del tiempo se convierte en parte de tu vida - pero eso no quería decir que doliera menos. Me llevé la mano inconscientemente a la cicatriz del ojo y la rasqué casi de forma automática, no porque me picara sino por... ¿nervios? No sabía lo que era exactamente pero siempre tenía la necesidad de hacerlo cuando me ponía nervioso por algo aunque yo no supiera que lo estaba.

Me giré a Ixchel que seguía en la cocina preparando, claramente a desgana, mi cena - Muchas gracias por cierto - le dije educadamente. De repente me alegré de haber aprendido la elaboración de venenos y de la parte del aprendizaje que te hacía acostumbrarte a dichos venenos, pero no sabía porqué me había venido esa idea a la cabeza al ver a la joven cocinando.

Ese agradecimiento no sabía si iba dirigido a mi madre por dejarle pasar la noche en casa o a mi por prepararle la cena ya que, al estar de espaldas a ellos, no tenía la perspectiva de ver a quien se iban dirigiendo cada uno aunque, supuse, ese agradecimiento no iría para mi y tendría su lógica: mi comportamiento no le debería dar pie a ello.
Terminé las gachas en un abrir y cerrar de ojos, eran mi especialidad y se hacían realmente rápido. Cogí los cubiertos, un vaso vacío y el cuenco y se lo dejé a desgana encima de la mesa tallada de madera que había junto a la chimenea.
Miré de soslayo a Ioan y volví a la cocina a por la jarra del agua, si quería otra bebida que se aguantase. La coloqué también sobre la mesa y le indiqué con un gesto de la mano que se sentase y comenzase a cenar.
Mientras tanto yo ya me estaba alejando un poco de los dos que ahora parecían tan amigos (madre e Ioan) y me recluí en un viejo y deshilachada sillón observándolos sin penetrar en la conversación.
- Espero que sea de tu agrado - le dije madre a Ioan refiriéndose a la comida hecho POR mi PARA él.
Madre me miró agradecida y todo el enfado se vió compensado con aquella mirada.

Me senté en cuanto Ixchel me lo dijo y comencé a cenar, sonreí a Annek - Después de tres semanas sin comer caliente cualquier cosa es de mi agrado - la última vez que había comido caliente había sido en el campamento la noche antes de abandonarlo definitivamente, luego había estado en Brasov hundido en la autocompasión un par de semanas intentando que mi casa se pareciera otra vez a lo que yo recordaba, lo que había resultado ser un acto flagrante de masoquismo inútil ya que aquel lugar no iba a volver a ser lo mismo sin la gente, sin mencionar el hecho de que los hombres del rey no habían enterrado los cuerpos y había sido yo el que había enterrado los pocos huesos que quedaban.

Me rasqué la cicatriz otra vez y continué cenando conteniendo esa sensación de vacío que tenía para que mis anfitrionas no la notaran.

Vi esa expresión en el rostro de mi madre y supe que la curiosidad iba a poder con ella.
Se sentó en una silla cercana a la de él y me invitó a unirme a esa rara reunión, a lo que, por supuesto, me negué con un simple movimiento de cabeza.
- Cariño...
- Madre, en serio, deja de chantajearme emocionalmente de una vez... - le reproché cuando con la mirada siempre me lo terminaba diciendo todo.
Quería que fuese feliz y ser una buena hija, hacerle todo a su agrado pero es que a veces me pedía cada cosa que...
Mírala, otra vez esa mirada de cervatillo inocente. La miré mal medio en broma medio en serio y acabé acercandome y sentándome al lado de mi madre, poniendo a ésta entre el chico y yo.
Lo observé atentamente por primera vez. De arriba a abajo.
Comía de manera educada y respetuosa pero sin pausa, lo que indicaba que tenía hambre, mucha. Era muy joven, de mi edad seguro o, sino, menor. Huérfano al parecer y con una cicatriz... la mar de interesante.
Mi madre sonreía al verme con ellos y continuó dando conversación a pesar de que el muchacho estaba comiendo.
- ¿Y piensas quedarte muchos días por Olt?

Me encogí de hombros - En realidad no lo sé... dependerá de lo bien que esté - le contesté sin parar de comer - No suelo quedarme demasiado en ninguna parte. Ventajas de que nadie te esté esperando supongo - y era arrolladoramente y desconsolablemente cierto, nadie me esperaba en ninguna parte, quizás alguien en el campamento estuviera preocupado por mí, pero no contaba con ello especialmente.

Terminé de cenar y aparté el cuenco con cuidado, me dirigí a Ixchel - Muchas gracias, estaba delicioso - le agradecí con media sonrisa.

Lo miré alzando una ceja y pronuncié un "no hay de que" casi inaudible. Madre rió por lo bajo y yo la medio odié por ello. Acto seguido me levanté y comencé a recoger, mas que nada, porque no me sentía cómoda del todo.
- Bueno, ya es tarde y debes estar cansado - escuché detrás de mi decir a mi madre. Oí el crujir de la silla, lo que significaba que se había levantado y luego oí otro, así que imaginé que el chico la había imitado.
- Descansa, ¿de acuerdo? Y cualquier cosa que necesites no dudes en hacernosla saber tanto a mi hija como a mi - si claro, lo que faltaba, que a las tantas de la noche me viniese pidiendo lo que fuese, vamos...
Imaginé la sonrisa que mi madre le había dedicado y mientras yo terminaba de aclarar el cuenco sentí su mano sobre mi hombro derecho y un cálido beso en la mejilla.
- Gracias, cariño - me susurró al oído. La intenté mirar con reproche pero no pude así que le dediqué una media sonrisa - Buenas noches, mi niña.
- Buenas noches, madre - la despedí mientras la veía subir las escaleras con una vela que había cogido del descansillo para iluminarse el camino de manera más fácil.
Miré hacia atrás para situar al muchacho y en cuanto terminé de aclararlo todo, me sequé las manos en el vestido y me giré para "encararlo".
- Eh... em... - no me salían las palabras así que empecé a señalar hacia dentro de la casa intercalando miradas entre él y el suelo - que estaré a unos metros de aquí por... bueno, lo que ha dicho madre, que, si necesitas alguna urgencia o algo...

Le di las buenas noches a Annek y vi la interacción madre-hija que tenía con Ixchel y no pude evitar sentir envidia, esas eran las cosas que más echaba de menos, tener a mi madre a mi lado y sentirme seguro, me perdí en mis recuerdos mientras la sensación de vacío se hacía más grnade y oí balbucear a Ixchel, cuando me centré en ella me di cuenta de lo nerviosa que parecía - No te preocupes por mí, ya has hecho bastante. Muchas gracias por vuestra hospitalidad, buenas noches - le dije haciendo una reverencia y dándome la vuelta hacia la habitación que Annek me había indicado antes tan rápido como pude, no quería parecer descortés pero tenía una necesidad acuciante de estar solo con mis recuerdos, por masoquista que fuera hacerlo.

Me tumbé sobre la cama y me envolví en la antigua capa de mi padre, al poco tiempo me quedé dormido.

No te preocupes, mi vida. Pronto me reuniré contigo y todo saldrá bien. Tú eres mi sol y mis estrellas

Me levanté de golpe en la cama, empapado en sudor y temblando como una hoja. Aquella imagen me había perseguido nueve años y no parecía por la labor de dejarme por ahora, miré a mi alrededor. ¿Cuándo me habían puesto una manta por encima? Miré por la ventana, no sabía cuanto tiempo había pasado pero estaba amaneciendo y cómo no quería que las últimas palabras que me dijo mi madre volvieran a acosarme decidí levantarme y ver si el frío de la mañana me calmaba los nervios. Me levanté, hice la cama y doblé la manta dejándola encima antes de salir fuera de la casa.

Tú eres mi sol y mis estrellas

Había madrugado, bueno, más bien no había dormido nada y en cuanto el primer rayo de sol se coló en mi cuarto, me levanté, desayuné algo y tras comprobar la supuesta paz que reinaba en la casa, me dirigí directa a la granja.
Cerré intentando ser cuidadosa y me adentré, primero, en el establo.
- Buenos días, preciosa - saludé a Balt que me respondió con un leve relincho. Sonreí y le di un par de toques en la cabeza con la palma de mi mano izquierda y le puse la comida para que desayunase ella también.
Cerré la cuadra y me puse las botas y el peto de trabajo para comenzar la faena; alimentar a los animales, ordeñar a las vacas, limpiar y quitar la paja restante de las pocilgas.
No se cuanto tiempo pasó, si un par de horas o más, pero yo me moría de sed así que, dejando el rastrillo a la entrada, decidí ir a la casa a por algo de beber y, ya que estaba, a vigilar al forastero y ver si madre estaba bien pero cual fue mi sorpresa cuando nada más salir...
- ¿Qué haces tú aquí? - pregunté claramente sobresaltada al encontrarme casi de frente con Ioan.
Eché un rápido vistazo a la casa y no vi nada fuera de lo común. Tendría que cerrar la granja mientras yo estaba fuera, por... si acaso.

Estupendo... justo a quien necesitaba ver. No es que me cayera mal ni nada por el estilo, algo la había pasado para que me miraba mal sin motivo aparente pero ese no era el mejor momento de mi estado de ánimo para aguantar hostilidades, sólo necesitaba el frío de la mañana para calmar mis nervios... el frío y estar solo.

- Despejarme - le contesté sin más pasando de largo, estaba claro por la ropa que llevaba que ella estaba ocupada y no sabía si estaba claro que yo necesitaba estar solo, así que ¿por qué no seguir con lo que estábamos haciendo? De repente me pareció oír reír a mi padre diciéndome el horrible despertar que tenía, cerré los ojos y me giré para seguir caminando unos metros hasta un pequeño riachuelo para echarme algo de agua por la nuca.

Me extrañó ver esa reacción tan "seca" de alguien tan educado, refinado y amable ero casi hasta que la agradecí, así no me vería ni amenazada ni con el compromiso de sociabilizar.
Me quedé quieta en el sitio viendo como se alejaba unos metros de donde yo me encontraba rumbo al riachuelo y me encogí de hombros.
Él sabría... mientras se estuviese con las manitas donde yo pudiese verlas, todo iría medianamente bien.
Entré en la casa y madre estaba organizándose sus hierbas para empezar el nuevo día. La saludé y ella me devolvió el saludo de manera más efusiva.
me preguntó por nuestro "huésped" y le comenté lo que acababa de pasar. Se preguntó a sí misma que le ocurriría pero, por supeusto, yo no tenía ni idea.
Me despedí de ella de nuevo y con un cubo de agua a cuestas, volví a la granja.

Después de haberme refrescado en el riachuelo y haberme colado en el bosque para desahogar mi frustración con el árbol más grande que me encontré volví a la granja, no sé cuanto tiempo habría pasado pero cuando llegué vi a Ixchel atareada con los animales y pensé en acercarme y pedirle disculpas por mi hostilidad de antes pero no sabía cómo iba a reaccionar así que decidí que sería mejor que me viera venir si quería disculparme.

Entré en la casa y vi a Annek preparando algo con hierbas, y algo me decía que ese algo no era como lo que yo preparaba con hierbas, empezó a picarme la curiosidad por lo que harían para sobrevivir mis anfitrionas pero aún no tenía ánimos para sociabilizar demasiado - Buenos días - le dije a la mujer entrando en la habitación y para ponerme la coraza otra vez, no creía que me fuera a quedar mucho más tiempo allí, vi la manta otra vez y me di cuenta de que tendría que haber sido Annek la que me hubiera tapado con ella, salí de la habitación y me senté a la mesa - Gracias por la manta

Listo. Todo limpio y reluciente. Me coloqué a admirar lo que ya había terminado de hacer con las manos en la cintura y una sonrisa de satisfacción en la cara.
El sudor me caía por la frente y tuve que quitármelo con la manga del peto. Recordé a Ioan y de ahí visualicé el lago; tentador.
Lo recogí todo y cerré la granja para volver a casa.
Cuando entré a ella mi madre estaba hablando.
- No tienes nada que agradecer, muchacho. espero que hayas dormido agusto - le decía a Ioan mientras dejaba sus hierbas y se dirigía a la cocina para prepararle algo de desayunar.
- Me voy al lago, madre - anuncié mientras depositaba mis botas y demás parafernalia en su lugar.
Mi madre asintió sin mirarme y luego se volvió para recordarme que tuviese cuidado y que me llevase ropa limpia.
Ioan miraba desde el silencio y me pareció, no se muy bien por qué, más enigmático que las otras veces.
Por primera vez, sentí curiosidad por él y por el por qué había acabado cayendo en nuestras manos.

Vi como Ixchel se marchaba y la idea del lago me habría resultado tentadora sino fuera porque yo ya parecía caerle lo bastante mal como para rematarlo siguiéndola a bañarse. Le hice un gesto con la mano para despedirme y me quedé a solas con Annek que me puso delante el cuenco con mi desayuno - Muchas gracias - le sonreí y empecé a comer.

Annek se sentó delante de mí en la mesa y continuó organizando las hierbas, la mayoría las conocía, mayoritariamente para hacer antídotos para los venenos, nunca se está lo bastante preparado en cuanto a venenos se refiere. Al cabo de un rato Annek me sonrió mientras seguía haciendo montoncitos con las hierbas - ¿Sabes? No me ha pasado desapercibido el hecho de que tu apellido y tu aldea son los mismos.

Sabía que tarde o temprano esa pregunta acabaría saliendo a la luz, me encogí de hombros - Nunca se lleva el hogar lo bastante cerca, supongo... - le contesté a media voz.

Annek dejó las hierbas y me puso una mano sobre la mía, la miré extrañado - La verdad es que no - me sonrió - No he sido del todo sincera contigo... Sé de qué bando eres - la miré entre sorprendido y horrorizado y aparté la mano de la suya - Tranquilo, aquí estás a salvo. Somos algo parecido a simpatizantes de vuestro bando. El padre de Ixchel vive en el campamento de los Karpatos - me relajé de nuevo al ver que la actitud por su parte no había cambiado - En una de sus cartas hace nueve años me dijo lo que había pasado en Brasov y que tenían a un niño de allí con ellos... el único superviviente

La miré sin saber exactamente cómo lo hacía pero conseguí a cambio una sonrisa compasiva, no sabía qué decir ni qué hacer, ¿cuántos de aquellos hombres y mujeres les habrían hablado de mí a sus familias? Nunca me había parado a pensarlo pero que un niño apareciera en aquel campamento habría sido todo una acontecimiento... suponía... - Yo... - definitivamente me había quedado sin palabras.

- No te apures muchacho - me dijo acercándose a mí y hablando más bajo - Los rebeldes son bienvenidos aquí - se separó de mí y continuó con su trabajo - Y ahora termínate el desayuno

Seguí mirándola con los ojos como platos y al final reaccioné e hice lo que me había dicho.

Había cogido un par de ropajes limpios y me había dirigido directa al pequeño lago que teníamos la suerte de poder disfrutar tan cerca de la casa.
Me desnudé y me metí en él sintiendo como el frío elevaba cada uno d elo sbellos de mi cuerpo. Sonreí al sentir aquella sensación y continué adentrándome.
Era tan reconfortante ver sin ser visto... los árboles tapaban casi por completo el lugar y yo me sentía tan tranquila allí...
Me dejé llegar por el pequeño vaivén del agua mientras me atusaba el cabello y limpiaba de todo el sudor por el trabajo.
Los minutos pasaban volando.

Terminé de desayunar y pese a las objeciones de Annek limpié mi cuenco y algo más que estaba sucio por la cocina, todavía pensaba en lo que me había dicho de los rebledes, lo de Brasov y toda aquella información que me había descolocado. Necesitaba tomar el aire y pensar.

Me metí en la habitación y cogí la capa, salí y me disculpé ante Annek antes de salir de la casa y adentrarme en el bosque y buscar algún lugar tranquilo donde poder estar solo.

Después de caminar unos minutos encontré el sitio perfecto, una cascada que caía sobre las rocas y seguía por el río unos metros más abajo, me senté en las rocas y simplemente me dejé llevar por el sonido del agua al caer. Empecé a visualizar los buenos momentos en Brasov y no pude evitar una pequeña sonrisa, mantuve los malos recuerdos alejados mientras recordaba a mis padres y la vida tranquila que teníamos allí. Aquello si que era vida...

Tú eres mi sol y mis estrellas

Esa vez si conseguí sonreír al recordar eso.